Una casa en un lugar idílico, frente al infinito horizonte marino que nos pone frente a lo desconocido y el deseo de recorrerlo. La casa ante el mar cambiante, en calma o con fuerza, que impacta en los bordes rocosos erosionando y dando forma a las islas.
La casa se sitúa en la isla de Vivara, en una ladera de toba erosionada situada al Suroeste. Un lugar apartado y aislado, con gran presencia del viento y oleaje, buscando su lugar en las terrazas erosionadas que se encuentran.
La casa crece sobre sí misma, con plataformas que salen de la roca y vuelan unas sobre otras y sobre las que aparecen unos muros que forman unas capas de protección. Las mareas del lugar hacen que algunas de las plataformas y cubiertas queden en algunos momentos ocultas bajo el mar, teniendo diferentes espacios útiles a lo largo del día, semana o mes.
Las cubiertas cáscaras se construyen con cuadernas de barcos girados. Éstas llegan hasta la casa flotando, arrastradas por un barco grúa que posteriormente las situará en la roca. Las cubiertas son elementos independientes a las plataformas, actuando de forma diferente al colocarse en distintas posiciones.
Cuando la arquitectura recoge la esencia de su emplazamiento y la hace suya, tiene la capacidad de potenciar la identidad del sitio donde se proyecta. Se convierte en atemporal, una arquitectura que podría haber estado siempre allí.
La casa nace de la tierra y se relaciona con el mar en todas las escalas del proyecto.