La atmósfera del lugar, caracterizada por tapias y muros de marés entre los que asoman jardines, ha influido tanto en la elección de la materialidad como en la configuración del edificio. La situación del solar en el límite del pueblo, la proximidad del centro histórico y el grano pequeño del parcelario vecino sugieren una actuación de doble escala. El edificio se articula en dos volúmenes, que se alinean a las calles perimetrales, reduciéndose el frente de fachada para minimizar su impacto en el casco antiguo. Esta operación genera dos vacíos en diagonal, en las esquinas opuestas de la parcela. Se trata de dos patios, delimitados por una tapia perimetral, que actúan como espacios intermedios de diferente carácter, acompañando los dos accesos del edificio. La volumetría se escalona atendiendo a la pendiente del solar. Las cubiertas inclinadas de teja árabe, las fachadas de huecos y las tapias que extienden el zócalo del edificio son la clave de su integración en el entorno.

Los muros de carga se han construido con piezas cerámicas cocidas con biomasa de la industria local, ladrillos huecos tipo H20. Como la densidad aparente de este material es baja, se ha decidido rellenar los huecos con arena y así poder aumentar su masa y su inercia, resolviendo la acústica entre vecinos.

Las pasarelas se resuelven con un SATE de corcho de recubierto con revoco de cal. La fachada se plantea de piedra de marés auto portante.