Los polígonos industriales se han construido desde unas herramientas formales donde prevalece el valor del suelo y la logística asociada a las mercancías. El resultado es un no lugar, un espacio homogéneo y anónimo incapaz de construir referencias comunes a una población.
El proyecto introduce de forma disruptiva lo singular y la excepción urbana como estrategia para crear nuevas cualidades espaciales, buscando generar un lugar potencialmente significativo en contraposición con la isotropía y la desjerarquización que caracterizan a los polígonos industriales.
Aprovechando una secuencia de parcelas de titularidad pública el proyecto se posiciona estratégicamente dentro de la ciudad ya que longitudinalmente conecta con los espacios naturales que la rodean y transversalmente se sitúa en el centro de la zona industrial. La reutilización de la energía residual de los hornos de la fábrica de vidrio existente revaloriza el tejido industrial existente al mismo tiempo que aumenta la viabilidad de la intervención.
El proyecto pretende crear una nueva centralidad urbana con un alto grado de diversidad de usos, promoviendo la hibridación entre los distintos sectores productivos. Una secuencia de pórticos construye la infraestructura que da soporte a los diferentes programas. En su indefinición es capaz de albergar muchos tipos distintos de usos proporcionando a las distintas empresas el lugar dónde desarrollar su actividad. Mientras que en la parte superior se sitúan programas de carácter público cuya forma se utiliza a modo de hito urbano.
El proyecto involucra a distintos agentes por lo que se plantea su construcción en distintas fases.
Se busca construir un espacio para la colectividad desde la industria, persiguiendo la generación de las condiciones para convertir el polígono en una parte constitutiva de la ciudad y la vida pública.