Acondicionamiento del borde portuario de Porto do Son
CREUSeCARRASCOarquitectos. Juan Creus, Covadonga Carrasco + r v r arquitectos. Marcial Rodríguez, José Valladares, Alberto Redondo Avenida Galicia, Porto do Son, A CoruñaEl desarrollo urbano de Porto do Son está condicionado históricamente por su situación geográfica como lugar de abrigo y puerto natural, un enclave donde el arenal de O Cruceiro se extendía por la fachada urbana del casco antiguo hasta meterse por el interior de sus estrechas calles. La peculiar configuración urbana expresa esa relación intensa con el mar y la actividad pesquera que marcan el carácter e identidad de esta villa marinera dedicada a la construcción de salazones, los astilleros de goletas o los característicos secaderos de redes y pescado a lo largo del tiempo.
El antiguo puerto primitivo, A Comboa, se situaba al oeste, dando abrigo a las pequeñas embarcaciones de la época hasta que, en los años 1930, se trazó el vial junto a las edificaciones de la fachada marítima, para convertirse en el acceso principal al casco urbano y al propio puerto. Esta actuación implementaría importantes cambios en la forma de los rellenos y los nuevos edificios, y terminó consolidando una planificación bajo la lógica de la infraestructura portuaria, pero sin que se tuviese en cuenta la configuración urbana, lo que llevó a la consiguiente pérdida de identidad del antiguo puerto. Aparecieron elevados bloques de vivienda y una presencia dominante del coche, que condicionó y acaparó gran parte de la superficie del espacio urbano originario.
Esta difícil convivencia entre tráfico portuario y ciudadano, sumada al aparcamiento masivo y la creciente actividad comercial de este lugar emblemático, de 25 843 m2, motivó la transformación de Porto do Son. Ordenar el acceso y separar el vial principal de la fachada urbana permitían la existencia de un gran espacio público verde y pavimentado que fomentase la relación entre el casco histórico y el puerto.
Antiguos y nuevos lugares revalorizaron este proceso de interconexión con nuevas lecturas, más allá de la estrictamente funcional. O Cruceiro fue recuperado como espacio de entrada y sugerido como mirador arbolado. El muro de contención se aprovechó como paseo. La urbanización, pautada en pavimentación y arbolado, facilita nuevos usos, repensar el significado del espacio. Hormigón devastado, piedra y tierra son ahora texturas que prolongan las calles del interior hasta el mar. Se suman escalones, gradas y balcones.
Cerca del mercado, una estructura de postes y vigas de madera devuelve la memoria de los secadoiros de redes como soporte de actividades ciudadanas, desde cine y exposiciones a conciertos, mercado y otras futuras. Dos grandes superficies complementan la fiesta: una libre, de piedra, y otra arbolada, sobre tierra. El paseo de borde continúa, con servicio a los pantalanes; luego, un aparcamiento y, en la zona final, el nuevo club náutico, cuya forma aprovecha el espaldón como pared para darle fin, creando un mirador hacia el monte Louro y la ría Muros-Noia.