Los estilos de vida contemporáneos no encajan con el prototipo de vivienda que se ha construido en las últimas décadas. Hay que fomentar nuevas formas de relacionarse con el entorno inmediato y con los demás usuarios para conseguir entornos más humanos y sostenibles.
La intervención se sitúa al oeste de la ciudad de Santiago de Compostela, una zona límite entre la ciudad y el campo. Una manzana con fuerte pendiente, geometría almendrada y edificios anónimos de pequeña escala organizan la circulación en su interior, pero no proporcionan ningún espacio público de calidad ni de relación.
El objetivo principal consiste en reducir la rigidez de la unidad habitacional y hacerla adaptable a los cambios que puedan experimentar sus ocupantes lo largo de su vida. La estrategia funciona con un módulo, no sólo espacial, sino también estructural y constructivo, que se introduce en la manzana conformando una retícula.
Los edificios crecen a medida que se organizan las viviendas y otros usos. El acoplamiento de estos elementos da lugar a una configuración vertical en la que el edificio se «vacía» a medida que aparecen las terrazas, los espacios de relación inmediata con el exterior, que actúan como filtro entre este y las viviendas.
La distribución propuesta puede ser modificada por el usuario de forma sencilla, lo que es posible gracias a la claridad constructiva y organizativa del proyecto.
Se propone una vivienda flexible que pueda adaptarse al mayor número de usuarios, favoreciendo la integración e interacción entre los habitantes actuales y futuros.